Post — 2025/07/17
El otro día estaba muy abrumado en mis pensamientos y me puse a buscar versículos sobre la fidelidad y provisión de Dios.
Me encontré con dos que ya conocía de memoria:
“Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13)
Y tambien:
“Así que mi Dios les proveerá de todo lo que necesiten, conforme a las gloriosas riquezas que tiene en Cristo Jesús.” (Filipenses 4:19)
Y me hice una pregunta ¿De verdad creo que Dios me proveerá todo lo que necesito? Porque si es así, ¿por qué estoy tan abrumado por la incertidumbre?
Ahí me di cuenta de lo fácil que es torcer estos versículos.
El primero lo he escuchado en contextos motivacionales como si dijera: “puedes lograr lo que te propongas”. Y el segundo, como si fuera una promesa de estabilidad económica para todo creyente.
Pero nada de eso es lo que Pablo está diciendo.
En el verso 13, Pablo habla de su experiencia aprendiendo a vivir con abundancia y también con necesidad. La clave no está en lo que tiene, sino en quién lo sostiene: Cristo. No es un mensaje de empoderamiento personal, sino de profunda dependencia.
Y el verso 19 no es una promesa genérica. Pablo le está hablando a una iglesia que, a pesar de sus propias limitaciones, había dado generosamente para apoyarlo. Ellos no estaban exigiendo nada de Dios; estaban confiando y actuando desde esa confianza.
Ahí entendí algo incómodo pero necesario:
La mala teología nace de un corazón más preocupado por sí mismo que por el corazón de Dios.
Cuando busco en la Biblia respuestas que solo alimenten mis temores o deseos, corro el riesgo de perder de vista al Dios que ya ha sido fiel, y que sigue proveyendo —a su manera perfecta, en su tiempo y con su sabiduría.
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